Historia de éxito en Zimbabue: Maquinaria para la producción de hostias de las clarisas de Harare

Actualmente viven ocho clarisas en su convento de Harare, la capital de Zimbabue, y hay una joven que quiere unirse a ellas. Para estas religiosas, que llevan una vida estricta de oración y penitencia, es especialmente importante la adoración eucarística, en la que incluyen todas las intenciones y necesidades del mundo entero. Viven en clausura -sólo salen del convento en caso de emergencia-, y siguen a Cristo en extrema pobreza. “Nos encomendamos totalmente a la divina Providencia”, explican las religiosas, que viven de lo que les traen los fieles y de la producción de hostias, velas y ornamentos litúrgicos. Este trabajo está en consonancia con su forma de vida contemplativa, pues pueden realizarlo en silencio y en oración. Al mismo tiempo, prestan un valioso servicio a la Iglesia local, ya que se necesitan hostias en grandes cantidades para celebrar la Eucaristía, que es fuente y culmen de la vida de Iglesia.

 

Hornear y cortar hostias requiere de mucha destreza y extremo cuidado. Las finas obleas no deben romperse y deben tener la consistencia exacta. Hay máquinas que simplifican algunos pasos de la producción, pero antes las religiosas de Harare no disponían de un equipo adecuado, por lo que el trabajo era laborioso y lento, al tiempo que aumentaba la demanda. Las clarisas producían mensualmente y a duras penas entre 80.000 y 100.000 hostias pequeñas y 6.000 hostias sacerdotales, mientras que había una demanda de al menos el doble. Por este motivo, en las parroquias de la archidiócesis, a menudo había que partir las hostias por la mitad para que todos los fieles pudieran comulgar.

Esas fueron las razones por las que las clarisas de Harare nos pidieron ayuda, ya que necesitaban urgentemente maquinaria adecuada para hacer frente a los numerosos pedidos, tanto más cuanto que otra diócesis también quería hacerles encargos.

Nuestros benefactores respondieron generosamente a su llamada, reuniéndose 17.700 euros para el equipo necesario. Entretanto, las máquinas han llegado al convento, lo que ha supuesto una gran alegría.

Las hermanas nos escriben: “No sabemos cómo daros las gracias a vosotros y a los benefactores que nos habéis dado ‘cinco panes y dos peces’ (Juan 6) para que tengamos todo lo que necesitamos. Que Dios os bendiga y os pague con creces lo que habéis dado. Como podéis ver en las fotos, ya estamos utilizando las nuevas máquinas, aunque todavía nos estamos familiarizando con ellas. La calidad de nuestros productos es muy apreciada por quienes nos apoyan con sus compras. Rezamos por vosotros y os estamos muy agradecidas”.