Caminar por la paz en Sudán del Sur

En un país donde recorrer largas distancias a pie suele asociarse con el sufrimiento y la desgracia, una peregrinación anual por la paz desafía prejuicios y transforma corazones.

Cuando el Papa Francisco anunció en 2022 su visita a Sudán del Sur, los jóvenes católicos de la diócesis de Rumbek se emocionaron, naturalmente. “No paraban de decir que querían ir a verlo”, cuenta a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) la Hna. Orla Treacy, religiosa irlandesa perteneciente a la congregación de las Hermanas de Loreto.

Sin embargo, en un país como Sudán del Sur, transportar a un numeroso grupo de jóvenes desde Rumbek hasta Juba -a más de 400 kilómetros de distancia- supone todo un reto desde el punto de vista logístico. Fue entonces cuando surgió la idea de una peregrinación. “Con nuestros estudiantes ya hacíamos una peregrinación anual por la paz, caminando de una localidad a otra”, relata la Hna. Orla Treacy.

“Se trataba de un proyecto con múltiples dimensiones: transmitirles a los jóvenes esa idea de la belleza que los rodea, la experiencia de conocer un nuevo lugar y la experiencia de la oración durante el viaje y la peregrinación. Al final, se convirtió en una peregrinación de la esperanza y una peregrinación por la paz porque, mientras nos desplazábamos, la población local solía preguntarse: ‘¿Qué diantres están haciendo?’ Y es que, en Sudán del Sur, nadie recorre largos trayectos a pie por gusto y para rezar; allí eso se hace por necesidad, normalmente uno hace esto para dejar atrás el abandono o en calidad de refugiado o desplazado. Y de este modo, esta idea comenzó a germinar como una semilla”.

El viaje del Papa se pospuso a 2023, dando tiempo a esa semilla a crecer, y, con la ayuda de ACN, que ayudó a cubrir los gastos logísticos y alimenticios, los jóvenes católicos de Rumbek lograron cumplir su sueño: “Fue una experiencia extraordinaria para ellos, conocer al Papa, llegar a tocarlo y permanecer junto con la cabeza de la Iglesia, además de formar parte de algo tan global y, al mismo tiempo, tan nacional y sanador”, cuenta la religiosa irlandesa.

La experiencia fue tan significativa que la diócesis decidió que hacer de dicha peregrinación un evento anual, que ACN sigue apoyando. Ahora, en lugar de caminar hasta Juba, los jóvenes recorren a pie el trayecto entre cuatro parroquias pertenecientes a la diócesis de Rumbek.

En cualquier gran ciudad occidental, recorrer cuatro parroquias a pie es algo que puede hacerse en un par de horas, pero la realidad en Sudán del Sur es totalmente diferente: “Las parroquias pueden distar entre sí entre 25 y 105 kilómetros. A veces tardamos hasta tres días para llegar a una parroquia, y otras veces necesitamos al menos una jornada”, explica la Hna. Orla, que dirige una escuela en la diócesis de Rumbek.
Aunque el destino final sea una parroquia, el verdadero objetivo de la peregrinación es el viaje en sí mismo y el efecto que tiene en los aproximadamente 100 jóvenes peregrinos, así como en las decenas de miles de habitantes de las aldeas y asentamientos por los que pasan. Los participantes proceden de diferentes subclanes de la tribu dinka y, tradicionalmente, muchas de sus familias se habrían enfrentado entre sí, explica la Hna. Orla:

“Han crecido escuchando historias sobre personas de otras aldeas que los hacen creer que son el enemigo o que actúan de manera diferente a ellos. Por tanto, se sorprenden ante su hospitalidad: esa es una de las mayores barreras que hemos logrado romper: que los jóvenes se den cuenta de que sus vecinos son iguales que ellos. Eso es algo hermoso”.

“La hospitalidad es una cualidad muy pronunciada de la cultura dinka, y en cada pueblo al que hemos ido la gente ha sacrificado cabras, toros y pollos, y ha cocinado para nosotros y nos ha ayudado”, señala la Hna. Orla. ”Otros nos han ofrecido colchones y sillas. Siempre ha reinado un ambiente de solidaridad y bienvenida, y ha sido una experiencia hermosa para los jóvenes darse cuenta de que la gente de otras zonas de nuestro estado o de estados vecinos es tan acogedora como nosotros”.

Las Hermanas de Loreto tienen la esperanza de que sus esfuerzos contribuyan a forjar un futuro mejor para Sudán del Sur, un país joven que, lamentablemente, sigue marcado por tensiones y conflictos internos: “En 2008, cuando comenzamos nuestra misión, el presidente Salva Kiir vino a visitar Rumbek. Cuando visitó la catedral, nos dijo que no estábamos reconstruyendo Sudán del Sur, sino construyéndolo. Y esa sigue siendo la realidad. Nosotras creemos firmemente en que son los jóvenes los que van a cambiar la Iglesia y el país, y que invertir en su formación, educación y acompañamiento es un avance para todos nosotros. Y estamos agradecidos a ACN por su colaboración, porque gracias a ACN, gran parte de esta labor es posible”, asegura esta religiosa irlandesa que, tras 18 años en Sudán del Sur, considera ya ese país como suyo.

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