ACN.- Un equipo internacional de ACN ha viajado a Kiev, la capital de Ucrania, y a Lviv, la segunda ciudad más grande de este país, muy próxima a la frontera con Polonia. En occidente no sabemos lo que significa una guerra y las crueles consecuencias que acarrea un conflicto bélico de semejante alcance. Gracias a Dios, señala el equipo, no hemos vivido bombardeos durante los días que estuvimos en Ucrania, aunque sí el sonido de las alarmas antiaéreas y el toque de queda nocturno.
Lo que sí hemos visto en los ojos de nuestros hermanos ha sido el infierno de lo que significa vivir en una guerra abierta, una guerra que no tiene ningún viso de llegar a su fin, porque no hay perspectivas de vencedores ni de vencidos.
Profundas heridas en el cuerpo y el alma
Los ucranianos están traumatizados dos años después de la invasión rusa, en febrero de 2022. El desgaste psicológico que supone la guerra está dejando a la población bloqueada existencialmente, “ida”, agotada, con profundas heridas tanto en el cuerpo como en el alma, con rabia y desesperación.
No hay persona que no haya perdido a su marido o a un hijo, a su padre o a un hermano, a un sobrino o a un íntimo amigo, en estos dos años de guerra. O que tenga a alguien cercano batallando en el frente y que lleve meses sin recibir señales de vida. Cuántos familiares y amigos se encuentran en paradero desconocido, según el ejército del país y las autoridades, y cuántos cuerpos sin vida no recuperados…
El dolor de las viudas, de las madres, de los niños es indescriptible. Además de sufrir graves traumas por el ruido de los bombardeos y la violencia que han visto, tienen que seguir sobreviviendo en un ambiente donde las preguntas por el sinsentido, el mal, la muerte, el odio, el horror, la justicia, la venganza… gritan y jamás desaparecen.
Hemos palpado, señala la delegación de ACN, que ese dolor angustioso atraviesa el corazón de los ucranianos día tras día, durante ya muchos meses, y está presente a lo largo y ancho de todo el país, no sólo en el este donde se defienden a muerte de los rusos. El 80% de la población está herida física o psicológicamente.
Las iglesias, lugares donde llorar y sanar
El grupo que tuvo la oportunidad de visitar Ucrania llegó profundamente conmovido. «Hemos encontrado un país absolutamente en shock. Nuestros hermanos en la fe no son diferentes ni son ajenos a esta desgracia, sufren como todos sus conciudadanos. Si en los comienzos de la contienda las parroquias y todas las instalaciones de las iglesias se abrieron para acoger a los desplazados que huían de los misiles y los ataques, ahora las iglesias se han convertido en lugares donde llorar y sanar».
Dos años después del comienzo de la invasión, la prioridad número uno, la emergencia de la Iglesia ucraniana es la curación del trauma de su gente. Así nos lo contó en un grito de auxilio la cabeza de la Iglesia católica en este país, el arzobispo mayor de la Iglesia greco católica, monseñor Sviatoslav Schevchuk: “¡Todos estamos traumatizados por la guerra! Yo también, no dejo de soñar con el sonido de los misiles. La cuestión clave ahora es cómo vamos a afrontar este trauma. El futuro del país está ligado a ello”.
A las heridas y el estrés, hay que añadir el dolor de sentirse olvidados por el resto del mundo. “Esta guerra es una guerra de desgaste”, nos explicaba monseñor Schevchuk, y los ucranianos no quieren morir de indiferencia. “Si dejáis de hablar de nosotros dejaremos de existir”, nos decía. Los colaboradores de ACN le prometimos que contaríamos sus historias en nuestros respectivos países, que no les dejaríamos solos y que te pediríamos, encarecidamente, que no les olvides.
El arzobispo mayor de la Iglesia greco católica, Mons. Schevchuk: “¡Todos estamos traumatizados por la guerra! Yo también»