La República de Moldavia, que se independizó en 1991 tras el colapso de la Unión Soviética y que limita al oeste con Rumanía y al este, norte y sur con Ucrania, es uno de los países más pobres de Europa. Según qué fuente, su población oscila entre 2,5 y 4 millones de habitantes, y estas diferencias se explican por el hecho de que una parte importante de la población adulta no vive permanentemente en su país de origen, sino que sale intermitentemente al extranjero para ganar dinero. En tal caso, los niños y ancianos se quedan solos. Se calcula que hay más de 100.000 ‘eurohuérfanos’, a saber, niños cuyos padres están vivos, pero ausentes, porque trabajan en otros países europeos como trabajadores inmigrantes. Estos niños quedan abandonados a su suerte o al cuidado de sus abuelos que, a menudo, también necesitan ayuda. Especialmente trágicos son los casos en los que las madres no regresan o lo hacen al cabo de muchos años porque han caído en manos de traficantes de seres humanos y proxenetas y en la prostitución forzada.
La guerra en Ucrania ha empeorado aún más la situación económica y los precios han subido mucho. Además, este país ha acogido a más de 120.000 refugiados ucranianos.
En estas condiciones, la Iglesia católica también depende de ayuda del extranjero. Los católicos representan sólo una ínfima parte de la población de la República de Moldavia: unos 20.000 creyentes pertenecen a la diócesis de Chişinău, la única diócesis católica del país. Actualmente hay 20 parroquias católicas con 27 sacerdotes y, además, 21 religiosas y un monje de ocho congregaciones diferentes que también atienden las necesidades de los pobres y abandonados, los enfermos, los ancianos y los niños. Estos religiosos realizan un valioso servicio caritativo en las parroquias y, además de impartir la catequesis y preparar a los fieles para los sacramentos, se ocupan de que la Santa Misa pueda celebrarse con dignidad y las iglesias estén bellamente decoradas y limpias, brindan consuelo y asumen la educación de los niños abandonados a su suerte.
El obispo, Mons. Anton Coşa, está muy satisfecho con su valioso servicio, por lo que nos pide que los ayudemos:
“Llevan la palabra sanadora del Señor a todo el que busca a Dios y a todos los hogares. Son los corazones ardientes de nuestras comunidades”.
A nosotros nos gustaría apoyar a las 21 religiosas y al monje de la República de Moldavia con un total de $ 22.479.820 para todo un año, porque el coste de la vida también se está encareciendo para ellos mientras llevan a cabo su trabajo desinteresado.
¿Podrán contar con vuestra ayuda?