Sierra Leona, un país del África Occidental, ha sufrido mucho en los últimos 35 años, y la sangrienta guerra civil entre 1991 y 2002 provocó heridas que no han cicatrizado hasta hoy. Miles de personas fueron asesinadas, niños fueron reclutados a la fuerza, innumerables mujeres y niñas fueron víctimas de violencia sexual y más de dos millones de personas resultaron desplazadas. Además, gran parte de las infraestructuras quedó devastada. En estos momentos, la economía sigue colapsada y más del 70% de los aproximadamente 7 millones de habitantes de este país viven en la pobreza. Las graves catástrofes naturales, la epidemia del ébola de 2014 y la pandemia del coronavirus han complicado aún más la situación.
En todas las situaciones difíciles, es la Iglesia católica la que permanece al lado de la población, pues contribuye a que las personas reciban atención médica, alimenta a los hambrientos, proporciona ayuda al desarrollo y acompaña a las familias en todas sus necesidades. Además, es especialmente activa en el ámbito educativo. Durante mucho tiempo, las escuelas católicas fueron los únicos centros educativos que existían en Sierra Leona, a pesar de que el 78% de los habitantes del país sean musulmanes. La Iglesia es muy respetada por la población por sus obras de caridad, ya que ayuda a todas las personas independientemente de su religión o etnia.
No obstante, la tarea principal de la Iglesia es, naturalmente, anunciar el Evangelio y administrar los sacramentos. La gente no sólo necesita cubrir sus necesidades materiales, sino, sobre todo, las del alma. La Buena Nueva los ayuda a curar las heridas sufridas, a perdonar y a conservar la esperanza. Eso es importante para todas las personas, pero también para la sociedad del país, que necesita sanar para construir un futuro mejor, y por eso es fundamental que los sacerdotes puedan dedicarse plenamente a su tarea. Sin embargo, estos afrontan retos inmensos: muchos viven en parroquias remotas sin electricidad, agua corriente, transporte, teléfono o Internet, y los feligreses son demasiado pobres para mantenerlos. Por esta razón, el arzobispo de Freetown nos pide regularmente ayuda para sus sacerdotes, ya que dispone de recursos muy limitados y sólo puede proporcionar a los sacerdotes un apoyo mínimo. Nosotros los ayudamos con regularidad: así, este año, hemos podido entregar estipendios de misa a los 50 sacerdotes para los que el arzobispo de Freetown nos ha pedido ayuda, y seguiremos apoyándolos en el futuro.