La situación es crítica. Si no hacemos algo, los cristianos podrían desaparecer de Siria, borrando la huella de nuestra religión en aquella tierra que la vio nacer.
Por Magdalena Lira, Directora de ACN Chile.
Viajé hasta Siria, junto a una delegación de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), para estar con la pequeña comunidad cristiana que permanece valientemente en esa región, tan importante para nuestra fe. La conversión de San Pablo ocurrió camino a Damasco, la actual capital siria. Recorrimos los lugares que recuerdan este momento trascendental para el cristianismo y estuvimos con quienes hoy, dan testimonio de su amor a Jesús, tal como lo hizo hace más de 2.000 años este gran santo.
Hombres y mujeres. Jóvenes, adultos y niños, que han soportado 12 años de guerra, persecución de grupos yihadistas, pobreza, separación de las familias por la emigración de quienes han huido, y lo siguen haciendo, en busca de un futuro mejor.
“Las campanas de las iglesias no estarán silenciadas”, dijo el obispo de la ciudad de Alepo en 2011, cuando comenzó la guerra. Y así ha sido en esa ciudad y en toda Siria. Los sacerdotes y religiosas permanecen con su gente. Ni los bombardeos ni la escasez de todo tipo de bienes de primera necesidad, lo han impedido.
En la ciudad de Homs, estuvimos en el lugar donde en 2014 fue asesinado el jesuita Frans van der Lugt quien, mientras la ciudad era invadida, decidió no huir para estar con sus fieles. Fue asesinado en el patio de su convento. Su tumba es lugar de peregrinación para cristianos y musulmanes, que recuerdan el ejemplo de este hombre que, movido por su amor a Dios y al prójimo, viajó a tierras lejanas para entregar, literalmente, su vida por los cristianos sirios. Conocimos a Mons. Jacques Mourad, quien siendo sacerdote fue secuestrado por yihadistas que lo tuvieron cautivo durante 5 meses en 2015. Estuvimos con sacerdotes, religiosas y muchos jóvenes voluntarios, que dedican toda su energía a ayudar a quienes no tienen ni siquiera lo necesario para comer. “La gente tiene hambre”, nos decía la hermana Annie Demerjian. Todos están exhaustos, pero no cejan en su misión de ayudar.
Si antes tenían temor a morir en la guerra, ahora el miedo es cómo sobrevivir a la profunda crisis económica. La desesperación ha hecho que millones de sirios tomen el riesgo de emigrar, por mar o por tierra, poniendo sus vidas en peligro. No hay familia que no tenga personas en el extranjero. “Nuestro gran miedo es perder a nuestra gente, porque nosotros no podemos darles una mejor vida. Todos nos piden ayuda”, nos dijo apesadumbrada la hermana Annie.
“En todas nuestras parroquias queremos que las personas sientan que tienen el derecho a vivir en Siria, que olviden la necesidad de irse. Lo hacemos con nuestras escuelas y con nuestra ayuda humanitaria y médica”, señaló Mons. Mourad.
¡TÚ TAMBIÉN PUEDES AYUDAR A LOS CRISTIANOS EN SIRIA!
ACN apoya a la Iglesia en Siria y hoy, más que nunca, debemos estar con ella. Entre 2011 y 2022, hemos financiado 1.271 proyectos dirigidos principalmente a la minoría cristiana, que está en riesgo de extinción. Los proyectos van desde ayuda médica, alimentos, leche, apoyo al arriendo de departamentos, becas y materiales escolares, hasta microcréditos para que los jefes de familia puedan proveer a sus hogares.